2019, 7 de la tarde. Frío setiembre. Es innegable no sentir miedo a la oscuridad. Pero en ese momento, me daba no llegar a clases puntual. Tenía que ir a la universidad y no había bus a la vista. Me atrevería a decir que, del 1 al 10, 0 es la probabilidad que me suba a un colectivo sola.
*Sola es una palabra interesante e infinita, porque puedes estar en compañía, pero ser traicionad@ a la vez.
Continuo. Sí, ese día, subí a uno. Estaba vacío, me sentí "un poco segura". El chofer comenzó a hablarme como si fuera un amigo. Digo amigo, porque la confianza se sentía a flote. ¿Cómo estas? ¿Vas a estudiar o a dónde? No atiné a responderle. No quise ser maleducada, solo pedía silencio.
A una cuadra más adelante, subió un joven. Parecía conocer al conductor. Hablaban de cosas obscenas, y en ese momento pensé en bajarme del auto. No podía soportar escuchar tanta barbaridad. Sin embargo, quería llegar a mi destino. Diez minutos después, sube uno más. Este también conocía al chofer. El miedo se apoderaba de mí. Y no es para menos. Comencé a maquinar mi destino ¿Cuántas violaciones, y secuestros ocurren a la luz del día, y más de noche? ¿porqué no ahora?, pensé.
Llámenme loca, exagerada y todo lo que quieran, pero esta sociedad se ha encargado de sembrar desconfianza. Desde ahí me di cuenta que no era miedo lo que sentía, era frustración de no poder desenmascarar a un cobarde que se esconde detrás de un "piropo obsceno" para iniciar una conversación. ¿Y por qué? Porque si me agredía, nadie me respaldaría. Porque si denunciaba , me hubieran dicho ¿qué hacías ahí a esas horas?
A veces, el tiempo te ayuda a ser más fuerte. Ese día llegué bien, felizmente, pero muchas veces no termina así.
"Cobardes los que se escudan detrás de un piropo obsceno"